LA COLUMNA / de El Diario / domingo, 12 julio 2020
Con violentas miradas de sangre fijas en el 1 de julio del 2021 chocaron aventando chispas los acerados colmillos de unos y otros protagonistas políticos sin reparar en otro interés que el propio y no el de Chihuahua
La detención de César Duarte hizo estallar el reprimido por meses volcán de apetitos carnales hacia la gubernatura que en 11 meses será renovada.
Con violentas miradas de sangre fijas en el 1 de julio del 2021 chocaron aventando chispas los acerados colmillos de unos y otros protagonistas políticos sin reparar en otro interés que el propio y no el de Chihuahua.
Pasaron a último término la justicia, la recuperación de los 100 millones, los 500 ó los mil millones presumiblemente hurtados por el exgobernador chihuahuense, detenido el miércoles en Florida.
Las propias circunstancias del apresamiento fueron cargadas más de ingrediente político que de objetivos justicieros auténticos. No hubo ingenuidad en los analistas al coincidir de manera unánime que se trató de un regalo personal en Washington de Donald Trump a su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Golpazo para la imagen global estadounidense que publicita con ahínco idealista la separación entre política y justicia.
Al fin terminó la espera por casi cuatro años para el gobernador, Javier Corral Jurado, primero en liberar la adrenalina retenida por el único cumplimiento de campaña que está alcanzando virtud a circunstancias a las que podemos llamar fortuitas, los intereses de AMLO y Trump.
Continúa íntimamente convencido el mandatario chihuahuense que su razón de sobrevivir al quinquenio y garantizar más allá su permanencia en el poder público es colocar a su antecesor tras las rejas.
Lo festejó a su manera y sin temor al reclamo popular jugando tenis en uno de los fraccionamientos residenciales exclusivos de la ciudad de Chihuahua. Sus escoltas fueron vistos cargando los respectivos estuches con las raquetas al día siguiente de la captura.
Tampoco perdió tiempo en su objetivo real, aventar el agravio atorado en la garganta por el fracaso de su reforma electoral y aprovechar el vocerío del apresamiento para arrojarse contra su potenciales peligros en la búsqueda enfermiza por trascender al 2021, el morenista Cruz Pérez Cuéllar; y su propio correligionaria, la presidenta municipal de Chihuahua, María Eugenia “Maru” Campos. Son casualmente los dos punteros hacia la gubernatura.
Aplaudió el legislador Pérez Cuéllar la detención, otorgando el crédito a su máximo líder político, AMLO, pero Corral atajó de inmediato en tuit aconsejado por el insomnio y/o los tragos de la medianoche del mismo miércoles (11:59 p.m.).
“El hoy senador de Morena era uno de sus principales operadores: lo financió no solo en varias campañas, lo mantenía en su nómina personal permanente (nómina secreta) con igualas mensuales. Y lo hacía firmar los recibos de esas entregas en efectivo”.
Leer lo anterior habla al mismo tiempo de una enemistad feroz que no ha sido siempre así. Muy al contrario.
No se ahorra para el ataque el gobernador Corral ni aquellos momentos de fe católica cuando sostenía en la pila bautismal la cabeza de su ahijada Carolina y el sacerdote vertía el agua sagrada bajo la milenaria frase, “yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Son compadres ya por cerca de 26 años. Su activismo político lo iniciaron juntos como estudiantes de Derecho en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). A mediados de los noventa Pérez Cuéllar fue secretario general del PAN con Corral como presidente del comité estatal.
Eran los máximos operadores de una corriente llamada familia feliz que encabezó por casi una década Francisco “Pancho” Barrio, el otro gobernador de Acción Nacional que fue una decepción para esta frontera y para el estado de Chihuahua. Ningún avance en ninguna materia. Retroceso y clasismo a rabiar.
Fueron distanciando y enfrentando a los compadres procesos electorales tanto constitucionales como al interior de su propio partido. Chismes, celos y envidias no dejaron hueso sano de aquella relación literalmente familiar.
Igual que otras veces, esta ocasión Pérez Cuéllar, respondió “al vulgar huevón” con la misma intensidad utilizada por su compadre: “se lanza en mi contra porque está desesperado. Sabe que Morena va a ganar en Chihuahua en el 2021 y ya no sabe cómo detenerlo. Le sugiero que en vez de pelear conmigo se ponga de una vez a trabajar, que bastante falta le hace al estado”.
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Parte de la conclusión descorazonadora es que la reclusión de César Duarte no hará que en automático sea regresado el dinero robado pero tampoco recuperado el tiempo perdido de Corral en la gubernatura.
Más de mil ocasiones en este período ha utilizado el mandatario panista la flotilla aérea compuesta por varios aviones y helicópteros que prometió subastar como una promesa de austeridad que todavía no se concreta. Son varias decenas de millones de pesos los gastados en rentas de hangares, combustibles, mantenimiento, seguros y salarios a pilotos. Las bitácoras de vuelos se extienden por varias páginas.
Muchas toneladas de insumos médicos para los héroes de la salud hubieran sido adquiridas durante la presente crisis sanitaria sin semejante derroche; uno de tantos.
Chihuahua se mantiene como uno de los estados del país más endeudados. Los créditos de todo tipo rozan ya los 60 mil millones de pesos. Los correspondientes intereses deben sumar 20 mil millones por cuatro años si contemplamos que en el 2016 las tasas rondaban el cuatro por ciento y desde el 2017 empezaron a subir hasta quedar colocadas arriba del ocho por ciento.
Duarte para Corral era en campaña electoral el campeón en deuda. Era quien debía ser expulsado del servicio público para sanear las finanzas y con el nuevo régimen colocar a Chihuahua en el florido jardín de la bonanza económica soñada por todos. Hubo gato por liebre. Pésimas reestructuraciones de la deuda con intenso tufo de fuerte corrupción incrementaron el pasivo a los 60 mil millones y el déficit anual toca los 10 mil millones, de ahí la cadena de créditos de corto plazo adquiridos sólo este año nomás para completar los sueldos de la burocracia.
Tampoco ha sabido brindar consuelo el mandatario panista a las familias de cerca de ocho mil 500 personas asesinadas durante su gobierno.
No ha dado pie con bola en otra de las grandes ofertas de campaña, precisamente la seguridad pública. El crimen organizado mantiene tomadas poblaciones completas en las áreas serranas y rurales de la entidad. La violencia es el pan de cada día en las medianas y grandes urbes. Nadie está seguro ni en su casa.
Son desde los pequeños hasta los grandes rubros de la administración pública los que han sufrido un severo menoscabo en manos de quien tuvo como premisa el nuevo amanecer, efectivo sólo para los privilegiados en la nómina pública y para los proveedores por tantos miles de millones igual o en mayor cuantía que los entregados durante el duartismo. Los números y los hechos no alcanzan a ser tapados por las explicaciones virtuales televisadas desde Palacio de Gobierno.
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Con el arresto en Miami no tomó el gobernador oxígeno para buscar un golpe de timón final y al menos cerrar su gobierno con el decoro de un último año de trabajo bien cumplido.
No. Ordenó hacer lo de siempre, preparar el jet CJ3 para un vuelo de apenas 15 minutos hacia Parral con una comitiva que incluía a duartistas convenientemente “arrepentidos” y refaccionados con dinero fresco azulado, al jefe de los diputados del PAN en el Congreso del Estado, Fernando Álvarez; y al senador blanquiazul, Gustavo Madero.
“Quiso Corral ir a orinar” en una de las casas aseguradas por el Gobierno estatal que antes habitó en la capital del mundo el exgobernador, dijo entre broma y en serio alguien cercano al gobernador Jurado que participó en aquella gira.
La falta de seriedad incluye parte de su sello. Fue a la cuna de Duarte a festejar su captura y a lanzar al independiente alcalde de Parral, Alfredo Lozoya, contra Pérez Cuéllar y contra Maru Campos. Ningún acto de gobierno que mereciera algunas líneas en los medios informativos, sólo las crónicas de una buena comida y buenas bebidas en la residencia del alcalde parralense.
También estuvo el gobernador en la capital del mundo para arrancar formalmente y sin tapujos la campaña de su consentido, a quien quiso y no pudo empujar mediante una reforma electoral, el senador Gustavo Madero.
Le aventó las flores en público y en privado que el legislador no ha obtenido ni obtendrá de los chihuahuenses por su falta de arraigo y solidaridad con las causas sociales más sentidas. Antítesis de popular.
El poder por el poder es la prioridad de ambos, así deban armar incendios, deshacerse de contrincantes y seguir descuidando su función pública, por lo demás generosamente pagada con cerca de 200 mil pesos mensuales más todos los “extras” no registrados.
La captura de Duarte sólo importa en ese objetivo. Nada de pilas de bautizo que remuevan la consciencia olvidada, ni en lo individual ni en lo colectivo.