‘Esta tendencia no puede continuar…’

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Los indicios apuntan a que muy pronto Donald Trump deberá exigir también la cuota de protagonismo que le corresponde

LA COLUMNA / de El Diario / domingo, 20 septiembre 2020 |

Los indicios apuntan a que muy pronto Donald Trump deberá exigir también la cuota de protagonismo que le corresponde y que necesita en el llameante conflicto por el agua disputado entre productores de Chihuahua y el Gobierno federal mexicano.

Mientras en tierra azteca México se disponía a celebrar un aniversario más de su independencia, el gobernador de Texas, Greg Abbott, esculpía y remataba un texto imperativo dirigido a Mike Pompeo, secretario de Estado de los Estados Unidos. Lo fechó con el 15 de septiembre.

La misiva giró primero como potencial fake pero luego fue reivindicada por funcionarios federales aztecas vinculados con Relaciones Exteriores y la Comisión Nacional del Agua. “Ya estamos atendiendo el asunto”, ratificó desde su mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Para Estados Unidos no existe duda que nuestro país mantiene un fuerte adeudo de agua derivado del Tratado Internacional correspondiente, firmado entre ambas naciones en 1944.

Nadie esperaba la incursión del vecino gobierno texano: “México tiene una obligación de entregar a Estados Unidos un millón 750 mil acres-pies de agua en un período de cinco años, con un promedio de 350 mil acres pies anualmente…”.

“A medida que nos acercamos al final del presente ciclo de cinco años el 24 de octubre, México tiene una vez más un importante déficit en su entrega”, escribió Abbott en ese texto desplegado por todas partes sin necesidad de presentación como boletín o comunicado de prensa.

Los agricultores chihuahuenses a lo largo de tres presas surtidas por el Río Conchos no están de acuerdo con las cifras. No se oponen a cumplir con el acuerdo pero sostienen que ha sido extraída ya el agua comprometida.

Ha quedado en medio la Cuarta Transformación y su jefe el presidente de la República. Sus números coinciden con las cifras norteamericanas y está de acuerdo en que falta agua por pagar.

Hay rangos importantes de opacidad en las extracciones y escaso manejo político y diplomático sobre todo de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) que han derivado en el conflicto nacional e internacional ahora existente. Grandes pérdidas y fatalidad a balazos lanzados por la Guardia Nacional.

En la edición de La Columna del domingo pasado escribimos que hay confrontación porque ha faltado gobernador para su solución.

Es parte del grave problema, Javier Corral primero se asumió como aliado del Gobierno federal y firmó inclusive documentos donde concedía la razón sobre el adeudo pero luego por intereses personales de carácter electoral (y nos aseguran ahora que también del mundo delictivo) ha querido pasar radicalmente al lado de los productores. Ahora perdió la confianza de las dos partes y ha sido dejado fuera del círculo interlocutor.

La semana terminó sin avance de un centímetro. Todos los actores en las mismas posturas.

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No parece casualidad la aparición de Gregg Abbot en escena tanto por el acercamiento de octubre, fecha fatal para las últimas entregas de agua, como por las elecciones estadounidenses. Es obvio que atrás del gobernador republicano llegará la mano del también republicano Trump desesperadamente urgido por votos para impedir que Joe Biden le eche a perder la reelección.

Pasó mucho tiempo entre el 13 de mayo y el 15 de septiembre para que los Estados Unidos reclamaran de nuevo a México el cumplimiento del famoso tratado. No lo hizo ni en el inter de trifulcas y asesinato todavía impune acá en Chihuahua.

En mayo la carta-nota diplomática correspondió a Pompeo, dirigida a la embajada de su país en México. Pidió “recordar” a nuestro país que al concluir el ciclo agrícola anterior la deuda quedó en 493 millones 300 mil metros cúbicos.

“El gobierno de Estados Unidos busca garantías de que México tomará medidas activas adicionales para cumplir con las obligaciones del tratado relacionadas con las entregas de agua”, escribió el jefe del Departamento de Estado.

López Obrador sí puso manos a la obra. Ha sostenido de hecho su convicción sobre el adeudo. Buscó y encontró a Corral como su aliado para desahogar el pendiente pero no contempló que el gobernador de Chihuahua se le voltearía y sus operadores en la Conagua y el Comité Internacional de Límites y Aguas (Cila) inexplicablemente dejarían todo a la ósmosis, al Espíritu Santo.

Ahora están los dedos en la puertas de los distintos niveles de gobierno mexicanos y Trump ansioso por lanzar el tuit correspondiente.

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Razones tiene mil el presidente mexicano en estar preocupado y ocupado. El balance económico no es menor en la solución del conflicto.

México enfrenta una pérdida importante en el Producto Interno Bruto que se traduce en ausencia de crecimiento. Requiere apuntalamiento. Ahí los Estados Unidos juegan papel clave. México no ha pensado en deuda pero tampoco lo descarta en el ánimo pragmático del manejo financiero.

El apalancamiento puede ser necesario. Quisiera encontrar soluciones en términos del intercambio comercial, para no ir más allá en el compromiso internacional.

Desconfiado como es, no puede permitirse un enfrentamiento innecesario, más cuando está vivo el tema migratorio, con la severa restricción en los puentes internacionales que en estos momentos generan pérdida apenas sostenible, estrangulando la vida económica de la frontera, sobre lo cual el Gobierno federal ha sido ausente.

Es asunto sobre el cual debe la Presidencia obligadamente pronunciarse, toda vez que la relación con los Estados Unidos no debe ser rehén del unitema acuático. Reducir todo al agua es demasiado simplista. Hay muchísimos aspectos que deben revisarse desde una óptica completa.

Uno de ellos, clave, los puentes, sobre los cuales ha sido ausente. AMLO aflojó con la crisis migratoria y no ha dicho una palabra sobre el maltrato en los cruces fronterizos que lleva ya tanto tiempo.

Debe verse entonces el asunto México-Estados Unidos de manera integral, y no solamente en función del agua, donde las cifras han sido cuestionadas. Seguramente del lado norteamericano han de ser puntuales con puntos y coma. Los sistemas informáticos de medición son muy difícilmente cuestionados.

Pero del lado mexicano son vistas con total desconfianza por los agricultores, porque los números nada más no cuadran.

En el contexto de la elección norteamericana no debe sorprender que la amenaza por el agua ya esté encima, y la reclamación texana es sólo el elemento detonante de lo que va a ser una petición oficial del vecino país.

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Entonces el peligro será mayor en los siguientes días con unos productores firmes en su posición, un gobernador que estorba y el riesgo de mayores consecuencias económicas y sociales.

Los asuntos electorales involucrados terminan siendo lo menos importante en términos de lo que viene, no tiene ningún sentido perjudicar a los participantes, de un lado y del otro de la frontera.

Entrampado en un auténtico nudo gordiano el golpe de timón que lo puede resolver no está a la vista con infortunio, al menos uno consensuado, que impida mayores afectaciones en la economía y vidas humanas.

Pero más aún, la incapacidad mexicana de resolver patear el bote del otro lado del río, donde con la mano en la cintura carecen de cualquier escrúpulo si es necesario imponer una resolución, mediante la presión natural de un país que se siente traicionado en el cumplimiento de un histórico acuerdo de administración de aguas comunes.

Es probablemente éste un pequeñísimo detalle en el cual no se ha reparado y que obliga a encender antenas porque la misiva del gobernador texano es auténtica advertencia y preludio del manazo presidencial con toque electoral de esa peste que ha sido el presidente norteamericano para la región fronteriza.