El año de la salud, epílogo del hundimiento

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GPS / Dominical El Diario de Chihuahua / domingo, 01 noviembre 2020 |

El 2020 se anunció como el año de la salud, una de tantas ocurrencias del nuevo amanecer. Hablaron de alicaídos portaestandartes de una inversión que se dijo era histórica en beneficio de los chihuahuenses, pero terminó siendo un auténtico desastre, con estela de muertos y hospitales llenos más lejos de su capacidad.

Había más mercadotecnia y buenas intenciones que otra cosa, porque la mayoría de las obras apenas eran y son remodelaciones, equipamiento y en algunos casos sólo mantenimiento necesario y obligado. Lo ordinario se quiso presentar por la fuerza como extraordinario.

Los recursos comprometidos por Javier Corral, en total 2 mil 600 millones, en aquel lejano enero, se fueron por un barril sin fondo en el desorden de una administración que nunca maduró y permanece en los estertores de su fin.

Eran dineros que escasamente alcanzaban para medio rescatar el sistema de salud pública estatal. Apenas reivindicaba la atención de primer nivel en Juárez con un nuevo centro de salud y a Parral con uno de ginecobstetricia. Pero ni siquiera se incluía un cinco partido por la mitad para los hospitales malogrados de Cancerología y Especialidades. Poco había para basificación de personal o modernización a fondo de hospitales. 

En su desvarío, en una fugaz visita del Secretario de Hacienda federal, Arturo Herrera, prefirió anunciar Javier Corral que este segundo hospital se entregaría al IMSS, pese a la evidente carencia de infraestructura estatal.

Como muestra, el vetusto Hospital Central, construido por Porfirio Díaz, es el principal hospital Covid en el Estado; se le hicieron adecuaciones para instalar camas y más camas hasta literalmente reventar (hemos presentado las fotos respectivas en distintas ediciones de El Diario). No cabe un alfiler y siguen metiendo pacientes Covid en pasillos y por todos los rincones.

El clima laboral tanto en el sistema federalizado de salud, Servicios de Salud, como en el sistema estatal, Instituto Chihuahuense de Salud, no era malo, era pésimo, por las condiciones, sueldos, horarios, improvisados en los principales puestos, despidos, maltratos, abuso y acoso laboral.

Los almacenes sin medicamentos, con un surtimiento deficiente, que parece hecho a propósito, para generar miles de órdenes de compra al menudeo en farmacias privadas beneficiadas por la deficiencia e incapacidad. Los pacientes van de una farmacia a otra en busca de un medicamento que por derechohabiencia les corresponde, en viacrucis cotidiano.

En este contexto llega el Sarscov-2, coronavirus, conocido como Covid-19, situación que sólo vino a adelantar el fracaso en el anunciado año de la salud, con errores infantiles de un gobierno que se dedicó a hacer hoyos para tapar otros, pateando los problemas hasta que le reventaron en su propio rostro, como globo de agua en día de San Juan.

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Desde diciembre empezó a hablarse de una pandemia con origen en Wuhan, China. En México, la Secretaría de Salud empezó a interesarse públicamente en el asunto hasta finales del mes y en Chihuahua, por allá de febrero.

Para marzo el asunto ya pintaba mal a nivel internacional. El fracaso era rotundo en el manejo en Italia y España. En el ámbito nacional eran unos cuantos casos y en Chihuahua ni un solo contagio, hasta el 17 de ese mes, un joven doctor juarense de 29 años con antecedente de viaje precisamente a Italia.

Ese fue el último fin de semana normal para los chihuahuenses en todo el año de la salud, porque a partir del lunes 23 de marzo se ordenó una suspensión de actividades total. Se paró a la industria, al comercio, las instituciones educativas, los juzgados y un largo etcétera.

Durante muchos meses hubo municipios sin un solo contagio, o contados con los dedos de la mano. Aun así tuvieron que cerrar y suspender. Se presumieron por la administración corralista los bajos niveles de hospitalización y muertes.

Se desestimó el uso del cubrebocas y la sanitización masiva en lugares públicos. Corral, sus escoltas y sus funcionarios andaban por varios rumbos del estado sin la mascarilla.

Hubo incluso sarcasmo hacia las entidades que habilitaron hospitales móviles para Covid, que hasta hoy llegan a Chihuahua, uno para Juárez con 20 camas y otro para esta capital con menor capacidad, cuando el tema está que arde.

Las pérdidas en el primer cierre fueron millonarias y en el nuevo implantado incluso con amenazas de cárcel, clausuras y multas altísimas. Fatal para la economía. 

Por la presión, no hay otra explicación, la Secretaría de Salud estatal decidió abrir Juárez y luego Chihuahua, incluso hasta el amarillo, pero sólo fue para tener un rebrote que actualmente dobla los muertos y contagios de la primera etapa. Sabían que la espiral de contagios y hospitalizados iba en aumento desde hace dos o tres meses y aun así manipularon el semáforo. Ahí están los datos.

Actualmente son escasas -si no es que inexistentes- las camas en hospitales públicos y privados para pacientes Covid, aun con fuertes garantías de seguros en estos últimos. Los datos de ocupación dejaron de manejarse en las ruedas de prensa, y cuando se hace, sólo son porcentajes, para el mejor maquillaje.

Se manejó y se sigue manejando el semáforo al capricho y al tiento de las condiciones políticas y económicas, pero muy mal.

Las campañas de difusión han sido muy limitadas, pauta pequeña de mensajes, negando el derecho a la información de la población. La población en la amplia zona serrana ni cubrebocas usa en sus actividades cotidianas. Sabe que el problema está en las grandes urbes.

La reconversión hospitalaria anunciada fue escasa y deficiente. Mantuvieron a las personas en sus casas con Covid, para evitar la saturación en hospitales, hasta que debieron cambiar la estrategia, y se supone dar seguimiento puntual a cada caso. 

Los respiradores fueron manejados políticamente, cuentan hasta los de traslado, para tratar de simular suficiencia, cuando no pueden ser habilitados permanentemente en las camas.

Los “héroes de la salud” están cansados, sin bonos ni estímulos económicos, con carencia de insumos. Muchos generales en la batalla contra el virus muy bien pagados y la tropa maltratada.

Los chihuahuenses con otros padecimientos han sido desplazados para sabe cuándo, y en caso de ser atendidos, deben acudir a verdaderos polvorines de Covid, como los consultorios de Pensiones Civiles.

En Juárez el Hospital de la Mujer va a recibir pacientes Covid, cuando Chihuahua es un foco rojo en mortalidad materna. El primer semestre de este año ocupaba el cuarto lugar nacional, y ahora se incrementa el riesgo ante la incapacidad y ausencia de previsión estatal.

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El Covid no se anda con juegos. Le cobró factura sin miramiento alguno al gobernador; y él plácido, sin inmutarse, saca la cartera y paga, al fin que no es su dinero. 

El colmo es que paga con tarjeta de crédito, porque no hay recursos económicos para atender la salud. Anda pasando la charola por ventiladores e insumos, pidiendo kórima, producto de errático manejo y simulación financiera.

Si antes fue en el Congreso del Estado, esta quincena ocurrió en Nuevo Casas Grandes, donde no se les pagó a los funcionarios estatales. No hay dinero. Esa es la realidad.

La catástrofe marcada por el Covid es que al final no hay margen de maniobra del gobierno del estado para enfrentar al virus ni enfrentar la caótica situación económica propiciada. Cero apoyo a los comerciantes y empresarios en este segundo cierre color rojo. Sálvese quien pueda. Peor, castigos y multas a quienes no hagan caso aunque no haya probidad en los inspectores.

Se esperaba un último año malo de administración, pero es pésimo.

Poco le interesa al paseño lo que ocurra en Chihuahua, a una hora aérea de su confortable chalet mazatleco. Vive pensando en la Ciudad de México, la vida intelectual y snob de la gran política nacional que no será igual cuando regrese a ella, lacerado por su ineptitud de cinco años y perseguido por ejércitos de enemigos gratuitos y ganados a pulso. 

Como epílogo, un caótico año nombrado por capricho como de la salud.